jueves, 27 de octubre de 2011

Hoy parece que está nublado


Habia una vez un pueblo que no tenia farolas, nadie necesitaba aritos de luz oscilando, titilando encima de las cabezas. Es más, nadie allí sabia lo que eran las farolas.
Habia una vez un pueblo que no tenia calles, ni rectas, ni curvas, ni angulos. No tenia esquinas, ni cantos, ni socabones en el asfalto, no habia aceras, ni aparcamiento. Y parecia que a nadie le importaba no saber siquiera lo que era.
Habia una vez, un pueblo que no tenia casas, ni balcones, ni ventanas. Las vistas eran tan bonitas que era estúpido encuadrarlas en un trozo de cristal.
Ese pueblo tampoco tenia nombre, ni habitantes, ni animales de compañia, ni máquinas, ni coches, ni aparatos. Y a nadie parecia importarle.

Lo que si tenia ese pueblo era lluvia, que mojava la hierba verde y los altos árboles y los animales bebian las gotas de las hojas.
También tenia, evidentemente, sol que abría las flores, que secaba la lluvia, que calentava las lagartijas.
Tenia tranquilidad, soledad, paz y harmonia.

Y un día, un humano llegó y puso una farola. Nadie sabia como habia llegado allí o el porqué de su luz, oscilante y titilante.
Y esa persona se fue, dejando para siempre una farola de caos enmedio de la tranquilidad y la paz; porque en aquel pueblo nunca habia habido farolas, ni siquiera las habian necesitado.